martes, 22 de abril de 2008

LA TIERRA
El 22 de abril se conmemora el Día del planeta Tierra, el hogar donde vivimos. Allá por el año 1970, cuando empezó a celebrarse esta fecha en el calendario internacional –y más aún si consideramos la Conferencia de Estocolmo sobre el medio ambiente realizada dos años después–, los problemas climáticos para la mayoría de la gente eran vistos como amenazas lejanas para la vida.
La verdad es que entonces pocos fueron los líderes políticos que desde un inicio estuvieron convencidos de la necesidad de tomar conciencia –sin demora– sobre la importancia de dar un golpe de timón en las normas públicas para no seguir matando a nuestro ecosistema.
Casi cuatro décadas después, ya no cabe duda que los habitantes del mundo tenemos la responsabilidad de conservar la vida humana, animal y vegetal, así como de usar los recursos naturales de manera racional. Que esta conmemoración sirva para sensibilizar a más personas, en especial a los políticos y a los dirigentes con poder económico, sobre la urgencia de proteger al planeta. Esta tarea no es sólo obligación de la ONU, u otros organismos multilaterales dedicados al cuidado de la biodiversidad, ni tampoco es privilegio de los gobiernos repartidos en los cinco continentes; sino que esta labor es menester de partidos políticos; escuelas de educación inicial, primaria y secundaria; universidades; parroquias, etc., entre otras organizaciones sociales.
La contaminación del aire, agua y suelo no puede ser motivo de indiferencia. Requiere, por ello, que todos los hombres y mujeres del mundo luchen decididamente para amainar los efectos negativos de la actividad humana que, como la industrial, arroja fabulosas cantidades de dióxido de carbono y de otros agentes químicos a la atmósfera, agravando el llamado efecto invernadero, responsable del calentamiento de la Tierra.
Hoy por hoy, no obstante la participación de millones de personas en la defensa de la Tierra, conviene que este proceso en pro del medio ambiente sea liderado –al menos en el caso concreto de nuestro país– por el Poder Ejecutivo, los gobiernos regionales y las municipalidades. Nunca es tarde para que cada uno de ellos, en su ámbito de acción, promueva políticas que reduzcan la contaminación o que eduquen e informen adecuadamente a la ciudadanía para que los pobladores –hasta en el más lejano distrito urbano o rural– no atenten contra el hábitat del cual forman parte.
Lamentablemente, lo evidente es que –desde la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente aludida aquí– se sigue produciendo un daño irreparable contra el ecosistema. Pese a la existencia de Protocolos como el de Kyoto, muy poco se ha hecho para atacar frontalmente las causas que producirían el peligroso cambio climático. Por fortuna el Perú está presto a conformar su flamante Ministerio del Medio Ambiente. Ojalá sirva para pasar a las acciones eficaces que representen, al menos desde esta latitud, nuestra contribución para generar un punto de inflexión entre la enfermedad y la salud de la Tierra.
Editorial del diario Expreso